A pura música, shows y baile, alrededor de 550 abuelos celebraron ayer su ya tradicional fiesta, organizada por la Sociedad San Vicente de Paul, que en esta ocasión llegó por partida doble: aparte de la reunión anual, festejaron las Bodas de Oro del evento. Los colores tiñeron cada una de las 13 sedes (la central fue en el salón de fiestas Keké) que participaron de la convocatoria en toda la provincia y que, gracias a la tecnología, estuvieron interconectadas mediante un servicio de streaming encargado de transmitir en vivo minuto a minuto.
La tarea implicó el trabajo exhaustivo de un grupo de más de 80 voluntarios -bautizados “servidores”- y un esfuerzo logístico descomunal para homenajear a sus protagonistas.
El cronograma fue intenso y sobrepasó todas las expectativas. A partir de las 7.30 se sirvió un desayuno especial, al que le siguió una serie de actividades con poemas, poesías, versos, juegos y espectáculos folclóricos. En el almuerzo no faltaron las empañadas y la torta de postre. Además, al mediodía, el arzoobispo de Tucumán, Carlos Sánchez, junto al sacerdote vicentino, José Luis Defina, ofrecieron una misa para los fieles, que estuvo disponible de manera on line en YouTube.
“Hicimos pequeñas fiestas en cada hogar. Los abuelos ensayaron distintas presentaciones que nos iban enviando y las pusimos en las redes para que todos las vieran. Se divirtieron y eso hace que todo valga la pena”, explica Jorge Chico, organizador de la propuesta.
“Es un festejo de los 50 años distinto, pero lo importante es que logramos hacerlo”, destaca. Algunas cosas cambiaron: esta vez, en el recuerdo van a aparecer también barbijos, PCR, kits sanitarios y mucho alcohol en gel, pero la esencia sigue siendo la misma: acompañar y transmitir afecto a los más grandes.
Aunque el evento se realiza tradicionalmente en la escuela Ciudadela, en esta oportunidad se desarrolló repartido en los distintos puntos de la provincia (como los hogares San Alberto de Tafí Viejo, San Roque, San José, Cottolengo Don Orione, Vallecito, el sanatorio San Juan de la Banda del Río Salí, el Predio Ferial, La fundación Nuestra Señora de Guadalupe y la parroquia San Pío X) y tuvo como centro de coordinación y transmisión al salón de Tafí Viejo.
“Salió mucho mejor de lo que me imaginaba; hasta último momento tuvimos la duda de cómo llegar a los abuelos por todo lo que estamos pasando y cómo reemplazar gestos como el abrazo y el cariño. Gracias a las pantallas que instalamos, vimos que estaban felices y eso fue muy satisfactorio”, agrega.
Chico compara con otras épocas precovid: “antes juntábamos 400 abuelos, bailábamos y cantábamos todos juntos, pero ahora tuvimos que imaginar nuevas formas para que puedan pasarla bien y celebrar esto tan importante que es cumplir medio siglo de encuentros”.
Por su parte, Juan Manuel Villalón, quien estuvo al frente del festejo en el Predio Ferial, remarca la importancia de continuar haciendo estas fiestas. “Los adultos mayores han sobrevivido a la pandemia; en muchos casos lo hicieron acompañados por el afecto de los suyos y en otros, solo con el cariño del personal de los hogares. Más que un desafío, para los abuelos esto ha representado una bocanada de oxígeno y de alegría llena de ternura”, asegura.
Reyes y reinas
Fiel a su estilo, en cada festejo se eligen reyes y reinas. Esta vez, la elección se multiplicó por 13 y en cada sede hubo soberanos. Guillermo Alfredo Valdez, de 69 años, fue el consagrado en Keké para portar la corona. Lo tiene merecido: asiste al festejo hace más de 20 años junto a su familia. Su hermana Carmen (de 63 años) fue una de sus escoltas. Aunque lamenta que 2020 haya pasado sin festejo, se alegra de que este año se haya podido concretar: “la verdad es que todo salió hermoso, nos divertimos mucho y la atención fue inmejorable. Con la pandemia casi no pudimos salir, por eso me emociona que ahora tengamos este momento para disfrutar”.
En tanto, Ana María Gurzo fue la favorita entre las mujeres de la reunión central. Pasó al frente, le colocaron su tiara y la banda de Reina y se convirtió en una de las celebrities del momento. Graciela Monasterio, su acompañante terapéutica, relata cómo vivieron la jornada: “estamos muy contentas de que la hayan elegido, era la primera vez que Anita participa. Yo vengo hace unos 10 años con mi hermana a colaborar. Lo lindo es que se pudo hacer en cada uno de los hogares: repartimos regalos, ornamentamos y fue muy importante para quienes vienen de estar tanto tiempo aislados. Es cargar pilas para seguir luchando”.
José Antonio Díaz (68 años), abuelo de nueve nietos, asistió por primera vez a la popular festividad. “Es lindo poder salir a festejar y no quedarse en la casa pensando en tantas cosas tristes. Te despeja un poco”, explica y se detiene para agradecer la tarea de los voluntarios: “somos todo una familia unida, eso se siente bien”.
“Cuando convocas, tenés muchísimos jóvenes que se quieren sumar. Eso es increíble”, dice Chico. Detalla que “hacen de todo”, desde la organización de la comida y el transporte hasta acompañar a cada uno de los abuelos para que la pasen todo el día bien: mueven sillas de ruedas, cambian pañales, alimentan, etcétera. “Es un trabajo de amor impagable todo esto”, opina.
Mabel Luna, coordinadora de voluntarios del Hogar San Roque, aporta: “para hacer todo esto fue fundamental la colaboración de la gente; todo suma, aunque haya sido una gaseosa, todo fue bienvenido”. Explica que la mayoría de los colaboradores son jóvenes comprometidos con la realidad social y que, este año, sus motivaciones también se enlazaron con las pérdidas que afrontaron en pandemia: “muchos de los chicos se acercaron a hacer su aporte después de que falleció algún familiar; eso los hace sentirse más cerca de ellos y los moviliza a querer ayudar. Es importante tomar conciencia que nosotros también vamos a ser mayores y vamos a querer seguir recibiendo amor”.
“Uno cree que va a dar su tiempo, pero cuando termina la fiesta te das cuenta que el afecto que ellos te dan es mucho más grande. Hay que vivirlo”, afirma.
Villalón considera que no es casual contar con tantas manos de jóvenes para colaborar en esta obra: “como lo decía el Papa Francisco, los jóvenes y los adultos mayores son los dos extremos más olvidados de la sociedad”. “Se logró reunir ambos extremos, puestos uno al servicio del otro. Eso no tiene precio”, admite.
Cambios
“Cuando nació la fiesta en 1971, teníamos abuelos que eran dentro de todo jóvenes, pero que aparentaban de mucha más edad. Ahora tenemos a abuelos que parecen mucho más jóvenes que la edad que tienen. Vemos personas de 95 años que están en perfectas condiciones”, explica Chico sobre el cambio generacional.
Las cosas son distintas. Hoy los adultos mayores se desenvuelven con mayor libertad y proyectan seguir viviendo con altos estándares de calidad de vida. “Manejan internet, usan el celular y la computadora, pueden comunicarse por redes sociales. Tienen muchas ganas de vivir, de hacer sus cosas y de participar. Son cosas que antes no se hacían porque simplemente no llegaban con la edad o todo era más sacrificado”, concluye.
(Producción periodística: Guadalupe Pereyra)